Nueva Delhi.-EFE. Tres meses después de que fueran violadas en grupo y secuestradas por cinco hombres de casta superior en el norte de la India, cuatro jóvenes de la subcasta intocable se manifiestan en Nueva Delhi con el deseo de obtener justicia. “
Fuimos al campo al servicio -al carecer de retrete en casa- y de repente apareció un coche con cinco chicos. Nos metieron en el auto y nos hicieron oler algo. (Al caer inconscientes) nos violaron”, narra a Efe una de las jóvenes, que tienen entre 13 y 18 años y han preferido mantener el anonimato.
Las mujeres intocables -situadas en el estrato más bajo del sistema de castas hindú- padecen, además del azote de una sociedad predominantemente machista, el acoso y abuso de las castas superiores. Naturales del pueblo de Bhagana, en el estado de Haryana, las chicas fueron abandonadas por los violadores en la estación de tren de Bhatinda, en el vecino estado de Punjab, a unos 170 kilómetros de sus hogares.
En la estación, cuando pensaban que la pesadilla había terminado -continúa la joven-, aparecieron el alcalde del pueblo, Rakesh Kumar, y dos familiares de los atacantes, quienes las llevaron a un hotel donde les pegaron durante dos días mientras las amenazaban con matarlas si les denunciaban.
“Luego llegaron nuestros padres y acudimos a la Policía. Han arrestado a cinco pero todavía quedan los tres (colaboradores)”, sentencia la chica, que al igual que las otras jóvenes violadas y sus madres, lleva el rostro oculto por un colorido pañuelo. Cansadas de la indiferencia de las autoridades indias, unas 90 familias intocables del pueblo llevan manifestándose desde el pasado 16 de abril en Jantar Mantar, el centro de protestas de la capital india.
“Nosotros los dalits -intocables- siempre hemos tenido problemas, pero lo que les ha pasado a nuestras hijas ha sido demasiado”, dice malhumorada una de las madres, que afirma que “nadie” les ayuda y que “los tres colaboradores están tranquilamente en el pueblo”. “Además dicen que a ellos no les va a pasar nada, que tienen dinero y que el Gobierno es suyo, de los jats -una casta de ganaderos-”, añade la mujer.
Según la Organización de Mujeres Dalits de la India (AIDMAM), en el gigante asiático se comete un crimen cada 18 minutos contra un intocable y violan al día tres mujeres dálit, aunque menos del 1% de los culpables son penalizados por la justicia. “La casta ha jugado un rol fundamental en este caso, pues la mujer dálit se convierte en un objetivo de fácil abuso. Hemos protestado por la impunidad de algunos implicados y solicitamos que haya un juicio rápido”, explica a Efe Binish Nafees, de AIDMAM. A finales de mayo la violación y ahorcamiento de dos primas intocables en el estado indio de Uttar Pradesh conmocionó el país, y sacó a la palestra la situación de abusos que padecen las mujeres dalits en el gigante asiático. En un artículo publicado en una web de apoyo a los dalits, la socióloga Jyotsna Siddharth señaló que “el cuerpo” de las mujeres intocables es visto por otras castas como un objeto de “deshonor, revancha y dominación”, que debe ser “destruido antes de que tomen conciencia del estado de explotación en el que se encuentran”.
“Los jats nos molestan y abusan de nosotros. Trabajamos para ellos y nos pagan tres días cuando hemos trabajado diez. Después de ir a la Policía nos boicotearon y no nos dejaban coger agua o subir al transporte”, dice Ramphal Kajla, de 56 años, en Jantar Mantar. El padre de una de las jóvenes violadas afirmó al diario “Times of India” que los cuatro miembros de su familia trabajaban en una granja que pertenece a Kumar, el jefe del pueblo, del que recibían un salario de 50.000 rupias al año (unos 600 euros). Sin embargo, la tensión entre los jats y los intocables en el pueblo de Bhagana no comenzó tras la violación, sino que se remonta a 2011, cuando la casta superior se benefició de una redistribución de tierras públicas, lo que provocó la indignación de los dalits.
La Comisión de Derechos Humanos de Asia denunció al respecto que tanto el Gobierno de Haryana como las castas dominantes del estado han intentado silenciar el movimiento dálit a través de amenazas e intimidaciones. Sabedoras de su situación, las cuatro jóvenes violadas tienen claro qué desean ser de mayores- una quiere ser abogada, otra doctora y dos de ellas policías, el único modo que tendrán, quizá, de obtener justicia.