Las cebollas se comen y se cultivan en más países que cualquier otro vegetal, pero muy pocas veces reciben elogios. Es hora de dejar de subestimar a esos bulbos que nos hacen llorar y darles un aplauso.
En lo profundo de los archivos de la Colección Babilonia de la Universidad de Yale se encuentran tres pequeñas tablillas de arcilla que tienen el orgullo de ser, nada más y nada menos, que los libros de cocina más antiguos que se conocen.
Cubiertas por una escritura cuneiforme, no revelaron sus secretos hasta 1985, casi 4.000 años después de que fueron escritas. El asiriólogo y cocinero francés Jean Bottero -algunos podrían decir que esta combinación sólo es posible en Francia- fue el hombre que dio a conocer su contenido.
Allí descubrió una cocina "de impresionante riqueza, refinada, sofisticada y artística", con muchos sabores que podríamos reconocer hoy en día. Especialmente uno en particular.
"Parecían obsesionados con cada uno de los miembros de la familia de la cebolla", le dice Bottero a la BBC.
Los mesopotámicos no sólo conocían las cebollas, sino también los puerros, el ajo y las chalotas.
Y su devoción por el humilde bulbo es compartida por la mayoría de los cocineros que vinieron después: es raro encontrar un libro de cocina que en el que no se mencione la cebolla.