Señor
director:
En días pasado, cuando por costumbre
y deber llevo a mi madre al médico, a fin de hacerle un chequeo rutinario sobre
su estado de salud.
Nos
dirigimos, luego del deber cumplido, a un Centro Comercial a degustar un de
nuestros platos preferidos, producto del
apetito que nos abrió nuestra larga cita médica.
Sentadas,
las dos al lugar y, cuando ya llevábamos varios minutos compartiendo, llega una
joven madre con su niño en brazo y bajo sus hombros, el bulto de bebe, en el
que, me imagino, lleva todos sus ajuares para cualquier necesidad y emergencia
del infante.
Me quedo
observándola, porque en verdad no sabía cómo sentarse, al tener al niño en sus
brazos y, al mismo tiempo, cartera en mano y bulto bajos sus hombros.
Cuando
pidió lo que deseaba, no encuentra la forma cómo degustarlo. Tomó varios
minutos arreglando al bebé para así satisfacer su deseoso apetito.
En un
minuto pensé que todo se le iba al piso;
pero cuando chequeo que está atribulada me acerco a ella
para
ayudarla con el bebé. Esta acción la
medité un buen rato porque me imaginaba que se iba a negar, el cual fue
positivo.
Al
llegar a ella le pregunto: ¿Te ayudo? La abnegada madre se queda perpleja
mirándome como si fuera hacerle algún
daño. Titubeando y asustadiza me dice un NO….gracias, con voz temblorosa.
Sentí
gran pena al creer que le iba hacerle daño al infante; mas, la comprendí. Mi intención era hacerla sentir
bien y por consiguiente, que disfrutara con holgura su apetitoso manjar.
Me dirijo
a mi mesa y mi madre me pregunta qué pasó. Le
dije que simplemente quería ayudarla.
Sufrí
una gran decepción y, al mismo tiempo, una experiencia que jamás podría
repetir; sin embargo, la comprendí.
Estamos
viviendo en un mundo de descreimiento, latente
en cada dominicano que se acerca a nuestro lado; producto, naturalmente, de la alta escena delincuencial que cada día
se apodera de toda la sociedad dominicana.
Las
violaciones, los atracos a mano armada, robos, asesinatos, violaciones, es el
plato fuerte de todos los medios de comunicación que, cada día ganan terreno en
nuestra sociedad y, en el que las autoridades,
no encuentran la forma de cómo controlar este flagelo
Termino,
diciendo que, estamos en una sociedad en
que, cada segundo que pasa, nos
asustamos hasta de nuestra propia sombra; y el creer en los demás, es como
mencionar un San Antonio: Creer ¡…y, en quien?
Atentamente,
Anneris
Hernández Ortega
Periodista