Por José
Rosario
Recordamos los tiempos en el que el
organismo que se hacía llamar “Control de Precios”, de ser un ente regulador de
las cifras de artículos y más aún los de primera necesidad, llegó a convertirse
en un hazme reír de la población porque la institución gubernamental creada
para esos fines, no cumplía con dichas disposiciones.
Los especuladores y agiotistas de la
época, veían llenar sus arcas frente a la disfuncionalidad de la entidad estatal.
Fueron muchos años de sufrimientos y de impotencias por el descontrol imperante
ante consumidores indefensos por las alzas indiscriminadas. Las quejas no se
hacían esperar, como el corte musical de la diva del Bronx escrito para su
amado Alex: Y Control de Precios! Pa´
cuando?
Contrario a esta pesadilla que
vivíamos en materia cultural y de espectáculos públicos,
sí estábamos seguros y confiados en el estricto cumplimiento del Reglamento
824, de la mano de una aguerrida mujer, doña Zaida Ginebra viuda Lovatón, que
con carácter de firmeza y medidas ejemplificadoras, ganó fama de respeto por
aplicar sanciones severas, a quien osara “pasarse de la raya“ o por alguna
situación concerniente a sus funciones que
pudiera atentar contra los buenos principios, valores y convivencia de
la sociedad.
En su gestión en la Comisión Nacional
de Espectáculos Públicos (CNEPR) sin contar con muchos recursos y sin quizás
poco apoyo, denuncia que hacía de manera frontal en su única tribuna de su
acostumbrada sección de cocina en el Show del Mediodía.
Doña Zaida, hasta el último suspiro,
hizo valer e impuso los preceptos que dieron origen a espectáculos públicos.
En el
segundo periodo de Gobierno de Leonel Fernández, surge la necesidad de
devolverle la credibilidad y procurar desaparecer de la mente del dominicano,
la mala percepción que poseía del
antiguo organismo de Control de Precios. Es por eso que mediante la Ley General
de Protección de los Derechos del Consumidor o Usuarios (358-05), nace la
institución, que hasta estas luces, se mantiene vigilante de sus atribuciones.
Lo propio debe desarrollarse en la natimuerta CNEPR, en pro de retomar su misión principal,
a sabiendas de sus entuertos, producto de su atrasado reglamento. Se hace
impostergable girar la vista por parte de sus autoridades para producir grandes
avances en su seno y así poder cumplir a cabalidad con su rol de adecentar y
fomentar políticas a favor de las bellas artes, delante de una sociedad que
vibra al compás de enormes cambios
conductuales.
Anhelamos el retorno de un órgano
diligente en la regulación de contenidos y material de difusión masiva, que sea
capaz de producir una gran revolución, creando un centro de control de los
medios de comunicación y reencausar el método empleado para la aprobación de
los temas musicales, obligando a sus productores y artistas a someterlos ante
el Consejo de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, previo
a su difusión, como lo ordena dicha normativa.
Hoy día, los funcionarios del
organismo se enteran de las sonadas de las canciones, cuando la población
levanta su voz de rechazo por su amplio contenido de vulgaridad.
El mismo doctor Fernández, mostró su
interés de eliminar la CNEPR bajo el válido argumento de la obsolescencia de su
reglamento 824. El ex presidente Fernández, solo alcanzó a crear varias
comisiones, con el propósito de trabajar
en la revisión y reforma de la ley 6132 sobre expresión y difusión del
pensamiento.
El interés marcado por adecentar y
adaptar la cultura y las telecomunicaciones a los nuevos de tiempos, viviendo
en la era de las redes sociales, cayó en letra muerta.
La terrible percepción que ha tenido
la población dominicana, sobre el organismo donde señala que solo ha servido
como sistema de censura y represión,
cuando se tocan intereses del gobierno, debe ser una de las tantas
aristas a ser despejadas en su accionar.
Es carácter de urgencia colocarnos a
la altura de la realidad por la que atravesamos en el uso de los medios de
comunicación, sus actores y los aspectos que se filtran en la sociedad actual.
Conminamos a las autoridades a
enfocar todos sus esfuerzos para lograr enrumbar por un mejor destino, en lo
que se modifican sus estatutos, el
organismo encargado de regular lo que consumismo en este aspecto.
Que no se limite en sus funciones,
sirviendo hasta de asesoría a esos jóvenes, que por su pobre preparación
invaden los escenarios con palabras descompuestas y códigos que trastornan el
idioma de Cervantes.
Imitemos el fenómeno de Pro Consumidor,
produciendo en la Comisión Nacional de Espectáculos y Radiofonía una verdadera
reingeniería para el bienestar de la sociedad.
Los conceptos emitidos en este artículo son responsabilidad del autor.
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