Roberto Valenzuela
Desde que Jean Jacques Dessalines proclamó la independencia y devolvió su nombre en lengua arahuaca, Haití, el 1° de enero de 1804, esta nación ha vivido en crisis. En una primera etapa, conspirando, invadiendo República Dominicana. O, peor todavía, complotando en contra del orden institucional del mismo pueblo haitiano.
A todo aquel que ama de verdad al pueblo haitiano les tiene que preocupar el hecho de que “se pueden contar con los dedos de las manos, y sobran dedos,” los presidentes que terminan sus mandatos.
Estos salen huyendo al exilio o terminan descuartizados por las turbas en las calles.
El último fue Jovenel Moïse, la madrugada del 7 de julio de 2021. Fueron a su dormitorio, lo amarraron, lo escupieron, le sacaron los ojos, le rompieron los brazos, dedos, piernas. Después, para completar la película de terror, le dispararon con fusiles, armas de guerra.
Lincharon y quemaron vivo a Jean Jacques Dessalines (en 1806). Dice Edwin Parison, en un artículo publicado en Acento, que Dessalines es idéntico a lo que es Juan Pablo Duarte para la República Dominicana, es el padre fundador de la patria haitiana: el más venerado de los héroes haitianos.
Con apenas dos años en el poder, Dessalines fue despedazado y los trozos de su cuerpo fueron arrojados a los cerdos. Si le hicieron eso a un líder de la revolución haitiana, imaginemos a los demás.
Las conspiraciones contra los gobernantes deben parar y RD no puede ser indiferente. Se debe asociar con Estados Unidos (aliado natural o el hermano mayor de las dos naciones) y entre los tres aplastar los conspiradores históricos. Las autoridades norteamericanas y dominicanas los conocen bien. Los empresarios dominicanos y un sector norteamericano tienen sus intereses económicos en Haití.
En la historia de uno y del otro, los procesos que se dan en Haití repercuten en República Dominicana. Y viceversa. Las potencias extranjeras cuando van a ejecutar un proyecto en una de las dos naciones piensan en cómo eso se manifestará en el país vecino. O, de forma idéntica, ejecutan su plan en los dos países. Ven la isla como una unidad.
Estados Unidos invadió Haití de 1915 a 1934; y a República Dominicana de 1916 a 1924. En ambos casos Estados Unidos tenía (sigue teniendo ahora con China y Rusia) celos a la influencia comercial que tenían potencias como Alemania, Francia, Inglaterra, tanto en Haití como en República Dominicana.
Estados Unidos, Haití y República Dominicana han funcionado como un armazón de tres patas. Pero de esas tres patas siempre hay una (Haití) que ha tenido gangrena, mientras las otras dos (RD y EE.UU.) se muestran indiferentes a los problemas de su compañera. Eso no puede seguir así.
Si Haití tiene paz, logrará su bonanza económica, que será bienestar para RD, que no tendrá una carga migratoria tan pesada: todos ganamos: haitianos y dominicanos tenemos una vinculación indisoluble.