Por: Valentín Pérez.
El uso del veneno como arman política ha sido utilizado en diversas épocas de la historia, por ejemplo, durante el imperio Romano esa era una práctica bastante utilizada para acelerar ciertas crisis dinásticas. Se cuenta como célebres víctimas a emperadores como Claudio, Domiciano y Caracalla.
Casos recientes dan muestras fehacientes de envenenamientos de personas ligadas a la política, agencias de investigaciones, líderes sindicales y militares.
Solo para citar algunos casos, recordemos a Alexandre Litvinenko en 2006, opositor al presidente Vladimir Putin. En septiembre de 2004, el ucraniano Viktor Yúshchenko, candidato de la oposición, héroe de la Revolución Naranja en Ucrania (Ambos envenenados).
Pero, al tipo de envenenamiento sobre el que queremos inferir está más relacionado al “envenenamiento simbólico”, que no es más que sacar de combate un político@, sin la necesidad de eliminar físicamente. Más bien apartarle sutilmente de los aposentos íntimos de la política; de los grupos de poder donde se toman decisiones; reducirle a nada en términos políticos-estratégicos, y colocarle frente a los demás como un individuo sin expectativas de poder, carente de garantizar estabilidad y crecimiento político a quienes le rodean o tiene la intención.
Reflexionemos al respecto
Como primera opción ¿Destruirle moralmente sería un factible, involucrando otros tipos de actores?
Posiblemente sí, pero eso conllevaría contratar periodistas y hacedores de opinión, rumorólogos, sicarios morales y demás, donde el costo económico sería muy alto, y el tiempo de concreción para lograr los objetivos muy largo. Aquí el principal elemento de refugio serían las famosas Fake News o noticias falsas. (Ampliamente conocidas).
También la Agenda Setting, teoría que estudia el impacto de la prensa (impresa, electrónica) y la información que esta maneja en el público.
Como segunda opción, ¿Desarrollar el plan de “envenenamiento simbólico” amparado en colaboradores y amigos cercanos al blanco?
Aquí habría que entrar en un proceso de estudio minucioso y contar con un plan a seguir antes de hacer tal propuesta, y ver hasta qué punto estarían sus amigos y colaboradores más cercanos a participar o hacerse cómplice del plan.
Una manera efectiva de unirle al proceso de “envenenamiento simbólico”, es mostrarle los beneficios y ganancias políticas en el mediano y corto plazo que él o ella obtendría al desplazar al sujeto en cuestión.
¿Entonces cómo sería el proceso de “envenenamiento simbólico”, sustentado en nuestra segunda interrogante?
Primero, iniciar una pequeña campaña de mini-rumores “negativos” acerca del “blanco”, pero muy sutiles, tan sutiles que se vean como constructivos, o en forma de chanza, para no despertar la sospecha del “blanco”, pues se corre el riesgo de que alguien le vaya con la historia y le ponga en alerta, (esto se da a todos los niveles).
Necesariamente el inicio del “envenenamiento simbólico” ha de realizarse en lugares donde se congreguen personas que guarden algún tipo de relación con el “blanco” para ir sembrando la semilla de la duda, o un malestar ínfimo o predisposición , que ha de crecer a medidas que se hagan más frecuentes los comentarios y se escuchen desde diferentes ángulos y diversas voces.
Mientras más cercano del sujeto en cuestión se es, mejores serán los resultados: “Los más letales punzonasos se reciben desde adentro”.
El o los perpetradores del plan, deben procurar estar cada vez más cerca del “blanco”, mientras más cerca, más efectivo son las estocadas y se corre menos riesgo de sospecha por parte del sujeto en cuestión, acerca de quién o quienes han montado el método para “envenenarle simbólicamente”.
Al cabo de 90 días, o menos siendo consistente y cada vez procurando que más personas se hagan eco de los errores del “blanco”, sus debilidades y desaciertos, mayores serán los resultados, pues llagará un punto en que “La percepción sobre la reputación o conducta del blanco estará en duda.”
¿Cómo saber que el plan está cumpliendo sus cometidos?
En el mismo momento en que el blanco no participe en ciertas actividades porque no fue invitado, o los avisos no le llegan. Cuando se escuchen voces sobre comentarios no sano de personas con más nivel dentro del aparato político, y eso cada día se hace más sonoro, hasta alcanzar la cúpula de la organización, justo ahí, el blanco ha sido envenenado.
¿Cuándo el blanco se entera de que algo extraño acontece en su alrededor?
Cuando no es tomado en cuenta, tampoco invitado a las actividades y demás. Se entera casi siempre por terceros, o personas no ligada a la política. Peor aún, es llamado desde las actividades para preguntársele que porque no está ahí; le llama justamente el orquestador del plan, como una forma de solidarizarse o venderse como aliado o amigo confiable, no sabiendo el blanco que ya fue “envenenado”.
Finalmente, cuando el veneno es colocado con efectividad, en los 6 esquinales de la casa, al blanco le quedan dos caminos: o morirse dentro, o abandonar la casa.