Articulo: Lic. Ysaias Lara Kevelier
El proceso de expansión
capitalista ha establecido un orden económico y político en donde la concepción
actual del desarrollo considera el crecimiento económico como pilar central
para alcanzar la prosperidad.
Dicho crecimiento económico se
apoya en patrones de colonialismo para dar vía libre a la apropiación y la
explotación. Las jerarquías coloniales, patriarcales y capitalistas han
perpetuado el uso indiscriminado de los recursos naturales en los países del
hemisferio sur, externalizando la mano de obra de forma intensiva, subvalorada
y mal remunerada en función del sexo y/o la ubicación geográfica del individuo.
Bajo el monopolio del capitalismo, la población rural, negra, indígena y de
color (BIPOC, por sus siglas en inglés), y especialmente las mujeres, son
explotadas y privadas de derechos básicos y de protección social]. Esta vía de
desarrollo ha generado formas de opresión y discriminación que se entrecruzan,
obstaculizando así el objetivo de lograr una vida digna para todos los seres
vivos.
El extractivismo de recursos para
usos materiales y energéticos ha sido el motor para impulsar un deseo
incontrolable de crecimiento, producción y consumo que no tiene en cuenta los
límites del planeta, ni los derechos de las comunidades afectadas por esa
búsqueda de poder. En consecuencia, los costes medioambientales incluyen la
pérdida de biodiversidad, la escasez de agua, el deterioro de los ecosistemas,
el aumento de olas de calor, incendios forestales, sequías e inundaciones
devastadoras. El cambio climático está catalogado como uno de los retos más
apremiantes del mundo actual, causando pérdidas y daños permanentes e
irreversibles en países que, a pesar de haber sido históricamente los que menos
han contribuido a las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI),
experimentan de forma desproporcionada los impactos negativos en sus economías,
medios de vida y patrimonio cultural. Los mismos países que fueron despojados
en el pasado durante los violentos procesos de colonización, hoy sufren mayores
impactos para continuar financiando a las naciones ricas, las corporaciones y
los bancos multilaterales de desarrollo, para mantener el Statu quo. La crisis
climática es una amenaza global para los derechos humanos y una cuestión
fundamental de política pública mundial de nuestra era. La realidad del vínculo
entre género y cambio climático es que las mujeres y la niñez sufren de forma
desproporcionada los efectos adversos del cambio climático y los desastres
ecológicos. Se espera que los efectos del cambio climático difieran no sólo en
función de las características geográficas, sino también de los grupos
socioeconómicos, como en el caso de las diferencias de género. La persistencia
de la discriminación de género, la desigualdad, los estereotipos y las
instituciones patriarcales heredadas del colonialismo siguen obstaculizando el
acceso, el control y el uso de los recursos al igual que la información para
hacer frente a los efectos del cambio climático de manera oportuna. En la misma
línea, las mujeres rurales, campesinas y BIPOC, que defienden sus comunidades
frente a la explotación y que protegen el medio ambiente a través de prácticas
sostenibles, a menudo sufren violencia de género y amenazas a su supervivencia.
Estas amenazas y discriminación limitan la capacidad de ejercer sus derechos a
la salud, la vivienda, la tierra, la educación, el trabajo, la seguridad social
y la representación política.