Para muchas personas, ese círculo con tres flechas verdes en una botella de plástico (conocido como anillo de Möbius) marca la diferencia entre el consumismo y la compra consciente. Hay gente que está dispuesta a pagar mucho más dinero por esa etiqueta, que en teoría garantiza nuestra contribución, como compradores, al reciclaje. Pero hay un problema: nos están mintiendo.
La industria del plástico no necesita que el reciclaje funcione, “sino que la gente crea que funcione”, dice Davis Allen, investigador del Centro para la Integridad Climática y coautor del estudio publicado en febrero “El fraude del reciclaje de plástico”. El estudio responsabiliza a las grandes petroleras y la industria del plástico de provocar una crisis de residuos mundial a través de “décadas de prácticas engañosas”.
Las etiquetas verdes comenzaron a aparecer en productos de plástico en 1988, en un esfuerzo por convencer al público de que los desechos plásticos no eran un problema porque se podían reciclar.
El reporte de Allen y otros científicos del Centro para la Integridad Climática apunta a que la mayoría de los productos hechos de plástico “no se pueden reciclar, nunca han sido reciclables y no lo serán”. Cada año se generan alrededor de 48 millones de toneladas de desechos plásticos en Estados Unidos y, según el Departamento de Energía, solo entre el 5% y el 6% se recicla. El resto acaba en vertederos o se quema.